martes, 6 de mayo de 2008

Del silencio, se escuchó tu nombre,
de la oscuridad, percibí tu luz,
de las tinieblas, levanté la cabeza,
salí a la superficie y ahí estabas tú.

Del empedrado camino, brotaron espinas,
aunque no las veía, me hicieron caer,
levanté la cabeza, miré al horizonte,
no habían sombras, sólo estabas tú.

Y las heridas mal curadas, se infectaron,
y aunque no me dolían, igual me hicieron daño,
y en mi dolor aplacado por gritos desolados,
no estaba sola, estabas tú.

En la muerte de mi alma,
en ese deambular sin rumbo,
en ese paso lento hacia el camino oscuro,
me cogiste de la mano, sí, sólo tú.

Y cuando el sol salió,
y los demonios aplacaron su ira,
no oí más lamentos, no hubo penas ni sufrimientos,

corrí a tu encuentro, sólo para decirte,
ahora estoy aquí para ti.

1 comentario:

Diego dijo...

No pues. Ahora estoy aqui para tú. Así suena mejor.