domingo, 11 de julio de 2010

WTF


Es diferente, te gusta porque no sientes...

Pero para subirme a esa cosa antes prefiero continuar sentada en los vapores rosados de una vida sin atisbos de sal y pimienta roja.

Es diferente, te gusta porque no quieres...

Y... si mañana me muero, irían a mi entierro con camisas amarillas bailando mambo y con esas chucherías que se ponen en año nuevo. ¡Cómo odio el color amarillo!

Es diferente, te gusta porque no entiendes...

Cada mañana me veo al espejo, está empolvado, pero aún así no lo limpio, me gusta más ver mi reflejo apolillado por cosas del tiempo que verlo modificado por cosas del “espacio”.

Es diferente, te gusta porque no hiere...

Las manchas de sangre en la alfombra son color violeta, dicen porque perteneció a alguien de la realeza, yo no lo maté, no, yo lo vi morir a manos de su mano, fue algo muy aburrido en realidad... sin trascendencia.

Es diferente, te gusta porque no engatusa...

Las puestas del sol desde mi sótano suelen ser muy bonitas, si salgo y lo comparto no es por valentía ni por cariño, es porque ya no aguanto el frío y parece ser que afuera tienen muchas mantas.

Es diferente, te gusta porque no disgusta....

Mi paciencia tiene un límite, está entre el istmo de mi razón y la vertiente de mi arrogancia, si lo cruzas sin carné de extranjería podrían matarte sin que tenga que enterarme.

A fin de cuentas no es tan diferente después de todo... Un minuto ¿De qué estamos hablando?

domingo, 4 de julio de 2010

Vendedora de ilusiones


¿En qué momento quedé encerrada en este cubo cuadriculado con persianas ni siquiera americanas sino más bien de contrabando? ¿En qué momento me detuve y me salí de la neblina que me quemaba pero me satisfacía?

Amaneció de nuevo en mi Jardín Secreto, hice el ritual de siempre, lavarme la cara con agua de Narcisos y cepillarme los dientes con pasta de Gran Señora, desayunar lo de siempre : una taza de leche y salir a caminar por el bosque gris que a veces cambiaba de colores. Llegaba al Gran Edificio ese, pasaba corriendo para que los animales salvajes no me olieran y llegaba hasta mi centro de trabajo, mi puesto: La encargada de hacer sentir a la gente que no vale nada.

Es un trabajo muy fácil en general, no se necesita de mucho esfuerzo, es cuestión de persuasión, como cualquier agente de ventas o de seguros que te venden gato por liebre, la misma técnica empleaba yo, tenía que hacerle creer a la gente que era muy importante y luego cuando ya habían ganado confianza en si mismos , cobrarle todos sus talentos y dejarlos desmoralizados, una vez que estaban deprimidos, aceptaban firmarme el contrato en el que me cedían su vida. Es tan fácil manipular a las personas, sobretodo cuando no son seguras de sí mismas, están tan necesitadas de gloria que no miden las consecuencias.

No siempre lograba mi propósito, habían unos pocos, muy pocos, tan seguros de ellos mismos, que era muy difícil convencerlos, a las finales eran muy pocos los que se negaban, la naturaleza humana es tan predecible.

Me pagaban muy bien por cada vida comprada, tenía unas ganancias de casi el 30% de amor propio, además mi jefe siempre me premiaba con bonos extras de belleza y vacaciones en algún paraíso.

No me quejo, me iba muy bien... pero al final del día, llegaba a casa, sola, encendía la TV para sentirme acompañada, me preparaba la cena y pensaba en las vidas que había destrozado, me ponía a pensar en como sería tener que entregar tu vida para que otros te la moldearan a su gusto y según el lema de la empresa “Antes uno más, ahora el número uno”, eso era una vil mentira, al final seguías siendo uno más , solo que está vez uno más como todos esperaban que fueras.

De repente, me tocó a mí, me di cuenta de lo miserable que era al hacerle miserable la vida a otros, y ahí estaba , en el cubo cuadriculado, sola, completamente sola, así que decidí renunciar a ese podrido trabajo. Los muy mierdas, no me dieron indemnización como era de esperarse.

Tuve que resignarme a crear ilusiones y venderlas en las esquinas junto a los algodones de dulce. No me fue muy bien, mucha gente a la que no había escuchado y les había arruinado la vida, me reconocía y me insultaban en plena calle. La gente empezó a saber donde vivía y recibía amenazas de muerte muy seguido.

Y aquí me encuentro , enclaustrada, con miedo de salir porque afuera hay miles de personas queriendo hacerme daño, con justa razón.

Maldita perra conciencia, si tan solo fuera como los directivos de la empresa, seguiría trabajando y ganando bien, pero no puedo ¿Seré débil como ellos dicen? ¿O también estarán tratando de comprar mi vida?

Ayer era la número uno, ahora soy una menos , mañana no quisiera tener un número, también quisiera vender algodones de dulce en vez de vender ilusiones, pero la vida no es cuento de hadas ¿cierto? Y si lo fuera yo sería la bruja malvada que tiene que acabar siendo quemada.

Después de todo los cubos tiene su gracia...